Tema 2:
Los Derechos Humanos ¿ Qué son ?
La Declaración Universal de los Derechos Humanos cumplirá en pocos años
casi dos tercios de siglo. Desde que el 10 de diciembre de 1948, en Asamblea
General de las Naciones Unidas, se aprobara el Preámbulo y los treinta
artículos que declaran el derecho del ser humano a vivir y ser tratado con
misericordia, justicia e igualdad, la Carta Magna es, de hecho, una referencia
social y universal de primer orden.
Al leerla y releerla siempre me ha
venido a la mente la figura de Jesús. En sus artículos se escucha la voz del
Maestro denunciando los abusos del poder, la desprotección del oprimido y la
justicia como derecho espiritual y social de equidad y restauración. Los
derechos que proclama la Declaración Universal son una trascripción actualizada
de los postulados de Jesús ante la sociedad de aquel entonces. Aun más, la
Carta de los Derechos Humanos hace referencias implícitas a la justicia y
misericordia entre semejantes
¿No fue Jesús quién dijo “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán
saciados”? O quién también afirmó “Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia”?.
O ¿”Bienaventurados los
pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios”? (Mateo 5:1-11). ¿No
fue Jesús quien perdonó pecados al tiempo que sanaba el cuerpo? (Mateo 9:1-7), o ¿no fue Jesús quien en
lugar de culpar a la mujer que traían acusada de adulterio a punto de ser
apedreada respondió: “ni yo te condeno,
vete y no peques más”? (Juan 8:1-11).
La Carta de los Derechos Humanos apunta directamente a
la dignidad del ser humano fuere cual fuere su condición social, religión,
sexo, raza, color, cultura, idioma, opinión política…
El artículo 1 declara: “Todos los seres humanos nacen libres e
iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia,
deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Esta frase, ¿nos recuerda el ministerio de Jesús?
¿Nos recuerda su vida y pensamiento?
El artículo 3 declara: “Todo
individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su
persona”. ¿A quién nos recuerda?
El artículo 4 enuncia: “Nadie estará
sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos
están prohibidas en todas sus formas”. Dos mil años antes, Jesús ya habló
sobre la liberación de la esclavitud social y espiritual: “De cierto, de cierto os digo que todo aquel que
practica el pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en
la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el
Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres” (Juan
8:34-36).
Artículo 5: “Nadie será sometido a
torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Siglos antes Jesús afirmó: “Amad, pues, a vuestros enemigos, haced bien, y
prestad, no esperando de ello nada; y vuestra recompensa será grande, y seréis
hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed,
pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:35-36). Posteriormente diría: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados;
perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; medida buena,
apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma
medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas
6:37-38)
Quien fue juzgado en proceso irregular, Jesús, fue quien dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34), mientras los artículos 6 al 12 de la Carta Universal de los
Derechos Humanos declaran la necesidad de juicio justo, sin arbitrariedades y
con presunción de inocencia. Pero fue Jesús quien a lo largo de su ministerio
afirmó: “Dad, pues, a César lo que es de
César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21), y enseñó justicia: “No juzguéis según las apariencias, sino
juzgad con justo juicio” (Juan 7:24).
Los artículos
del 13 al 15 de la Carta Magna señalan el derecho a una nacionalidad, a
circular libremente, fijar una residencia y a solicitar asilo, a lo cual Jesús,
quien nació en un pesebre prestado (Lucas 2:12), emigró a Egipto (Mateo
2:14-15) y no tuvo donde reposar su cabeza (Juan 9:58), fue quien oró y enseñó
a orar: “Venga tu Reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Lucas 11:2). El
Salvador dio carta de pertenencia al desprovisto y menospreciado
Jesús, ante la tentativa de los herodianos en cuanto a la pertenencia y el
tributo, responde con claridad: “dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”
(Mateo 22:21). Por su parte, el
artículo 17 de la Carta Magna propugna que “toda
persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente. Nadie será
privado arbitrariamente de su propiedad”.
Los artículos 18 a 20 manifiestan el derecho a la “liberad de pensamiento, de conciencia, de opinión, de expresión o de
religión, ejerciéndola tanto en público como en privado, con derecho a la
libertad de reunión y asociación pacíficas”. Jesús presenta una única
verdad que va más allá de cualquier liberación humana, la libertad que
realmente nos hace libres: “Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente
libres” (Juan 8:36).
El artículo 16 defiende que “los
hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin
restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y
fundar una familia; disfrutando de iguales derechos en cuanto al matrimonio,
durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio”. Por su
parte, Jesús preserva la familia como bien supremo de la humanidad y enseña
éticamente sobre su adecuada función: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio,
“hombre y mujer los hizo”, y dijo: “Por esto el hombre dejará padre
y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”? Así
que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó no lo
separe el hombre” (Mateo 19:4-6).
El mismo artículo 16 de la Declaración Universal expone: “Sólo mediante libre y pleno consentimiento
de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio. La familia es el
elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección
de la sociedad y del Estado”. ¿No ha depositado Dios en la familia la
esencia de la procreación, el desarrollo, la estabilidad, el abrigo y
cooperación humana?
Asistir sin excluir. Socorrer sin reclamar.
En materia de derechos divinos no podemos elegir a nuestro antojo, ignorando
algunos mientras insistimos en otros. Amar justicia y hacer misericordia es ser
y actuar con neutralidad e imparcialidad, aplicando el respeto y el amor no de
manera selectiva ni relativa, sino aplicando en el prójimo la urgencia de
piedad que nosotros también necesitamos
Aplicación en competencias:
Elabora un Power Point
sobre uno o dos artículos de los derechos humanos y como Jesús sería un
ejemplar precursor(defensor) de ellos
Colegio Baldomero Bethencourt Francés
5-10-2012
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